martes, 27 de mayo de 2014

Las postales más impactantes de los fiordos noruegos

El litoral del país nórdico presume de tener los paisajes más bellos del mundo con su mezcla de agua, roca y vértigo


1. Preikestolen (El Púlpito) 



Si hay una imagen que compendia la espectacular belleza de la costa noruega es, sin duda, el Preikestolen (El Púlpito), un mirador natural de unos 25 por 25 metros situado a 600 metros sobre las aguas turquesa del fiordo de Lyse. Pocos visitantes de la región de Stavanger se resisten a realizar esta caminata de cuatro a cinco horas (entre ida y vuelta), apta para todos los públicos con un mínimo de forma física, para disfrutar de las vertiginosas vistas. La fascinación debe estar acompañada por la debida prudencia, pues en esa gigantesca plataforma pétrea no hay vallas que nos separen del abismo. Para hacer esta excursión hay que coger un ferry desde Stavanger hasta Tau (los barcos salen cada 30-45 minutos) y desde allí dirigirse en coche o autobús al aparcamiento del «campo base».

2. Geiranger 



El impresionante fiordo de Geiranger es, probablemente, el más afamado de Noruega, el lugar del mundo donde el diálogo entre la tierra y el mar es más seductor. Se calcula que unos 600.000 visitantes llegan cada año al pueblo que da nombre a este brazo de mar de 15 kilómetros de longitud, muchos a bordo de los 150 cruceros que transitan sus aguas durante los cuatro meses que dura la temporada turística. Sus cascadas, miradores naturales y la posibilidad de practicar deporte en plena naturaleza (kayak, senderismo, pesca, rafting y, en invierno, esquí, convierten a Geirangerfjord en una apuesta segura para las vacaciones.
 

3. Hjørundfjorden 



Tomando la bonita ciudad de Ålesund como lanzadera se llega a Hjørundfjorden, menos conocido que el de Geiranger pero igualmente espectacular. A lo largo de sus 35 kilómetros le sirven como centinelas montañas que sobrepasan los 1.700 metros de altitud. Sus riberas están densamente arboladas (no en vano es uno de los fiordos más húmedos del mundo). Si se profundiza en él se alcanza el histórico Hotel Union Øye, uno de los retiros más visitados por la realeza y los escritores europeos en el siglo XIX. 

4. Trollstigen (La Escalera del Troll) 



Trollstigen es una de las carreteras más vertiginosas del mundo, una auténtica delicia para conductores y ciclistas. Sus credenciales: 9% de pendiente media y once curvas de 180º. Esta serpiente de asfalto rodeada de montañas forma parte de la Ruta Dorada, ese derrotero que partiendo de Åndalsnes contiene, como en un pildorazo, algunas de las grandes atracciones del litoral: el fiordo de Geiranger, Valldal, Eidsdal, Hellesylt, el mirador de Flydalsjuvet, el monte Dalsnibba... La Escalera del Troll se inauguró en 1936 por el rey Haakon VII tras ocho años de construcción. 

5. La roca Kjerag 



Si lugares como El Púlpito o Trolltunga (en Hardanger, una estrecha plataforma que se sostiene milagrosamente a 350 metros por encima de Ringedalsvatnet) no son aptos para gente con vértigos, el perno de Kjerag acelera las pulsaciones hasta el ritmo del redoble de un tambor. Este bloque de piedra quedó encajado entre dos paredes sobre el fiordo de Lyse. El pasillo para acceder es estrecho y la roca está redondeada, pero cada año cientos de valientes se juegan el tipo para conseguir la instantánea de sus vidas. 

6. Dalsnibba 



Monumental es la palabra que acude a nuestro cerebro al contemplar el decorado que llena el horizonte desde el mirador de Dalsnibba, a 1.500 metros de altitud, donde es posible pisar nieve incluso en verano. Profundos valles y majestuosas montañas y una paleta de colores que va desde el azul del cielo al verde de la vegetación que trepa por los paredones. Hasta esa posición de vuelo de águila nos lleva la carretera Nibbevegen, inaugurada en 1939, proyecto pionero de ingeniería de Caminos y símbolo del turismo en Geiranger

7. Iglesia de madera de Urnes 



Salpicando las riberas de los fiordos hay una treintena de iglesias medievales de madera. Las más conocidas son las de Borgund y Urnes, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Esta última está situada junto al Sognefjord, el segundo fiordo más largo del mundo después del Scoresby Sund de Groenlandia; situado en la provincia de Sogn og Fjordane, se extiende 204 kilómetros al interior de Noruega. Los análisis realizados a muestras de madera de la iglesia de Urnes indican que los árboles utilizados en su construcción fueron talados entre 1129 y 1131. 

8. Stavanger 



Gamle Stavanger, un barrio residencial con estrechas calles empedradas, pequeños jardines y preciosas casas de madera del siglo XIX, es el típico lugar donde uno se siente tentado a retirarse. Desde su parte más alta se ve, entre las fachadas encaladas de esas antiguas residencias de pescadores, el puerto con sus hileras de edificios de colores, las terrazas donde dejarse acunar por el sol mientra se degusta una cerveza, el ir y venir de barcos de recreo y enormes transbordadores, la colina de Valberget con su torre de vigilancia contra los incendios... 

Stavanger es la puerta a la región de los fiordos. Su economía se ha sustentado en la sardina y el petróleo. A principios del siglo XX podía presumir de 70 conserveras —un museo en una antigua fábrica de Gamle Stavanger permite al visitante conocer los entresijos de esta industria en los tiempos en que las sardinas enlatadas eran una auténtica revolución—. Al otro lado de Valberget se encuentra el moderno Museo Petrolífero: la extracción de crudo en el Mar del Norte propició el auge económico de la ciudad cuando la pesca decaía. Volviendo la vista al pasado, nuestros pasos nos conducirán, sin duda, a la catedral medieval, cuya nave románica data de 1100. Tras un incendio en 1272 fue reconstruida y ganó un imponente coro gótico para la posteridad. 

9. Bergen 



Hace mil años Bergen era la población más importante de Noruega y capital de una región que incluía Islandia, Groenlandia y algunas partes de Escocia. Hoy es, probablemente, la ciudad más bonita del país.El viejo muelle (Bryggen), situado en la zona norte del puerto de Vågen, con sus almacenes de madera y sus terrazas, refulge al atardecer. Dar un paseo entre los puestos del mercado y sentarse en una terraza junto a esas fachadas de colores es una experiencia imperdible. También merece la pena coger el funicular para subir a la cumbre de Fløyen, donde se disfruta de una estupenda vista panorámica. 

10. La Carretera del Atlántico 



Este tramo de 8 kilómetros en la vía que une las poblaciones de Kristiansund y Molde regala una de las experiencias más gozosas para los turistas que viajan en coche por la región de los fiordos. La Carretera del Atlántico zigzaguea sobre puentes bajos que sobresalen por encima del mar, uniendo las islas que encuentra por el camino. Elegida en 2005 como «la construcción noruega del siglo», desde el asfalto, en un día de buen tiempo, pueden verse focas y ballenas. 

Fuente: ABC

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