martes, 29 de abril de 2014

Berlín, una capital con mucha historia


Berlín ofrece una gran variedad de opciones de ocio y culturales para todos los gustos y edades. La ciudad es un ejemplo de superación, ya que la población quedó dividida durante casi tres décadas y hoy en día sin embargo es uno de los núcleos más poderosos del continente europeo. 

¿Por qué visitarla? Porque es una ciudad moderna con numerosos monumentos que recuerdan que ha tenido un intenso, agitado e interesante pasado. Descubre Berlín y entenderás porque es una capital con mucha historia. 

Al aire libre y gratuito 


Puerta de Brandeburgo. Uno de los puntos neurálgicos de Berlín, la Pariser Platz, es el escenario donde se encuentra el símbolo por excelencia de la ciudad: la Puerta de Brandeburgo. Se inauguró a finales del siglo XVIII y antiguamente por su parte central sólo podían pasar los miembros de la Familia Real; hoy en día, es uno de los lugares más visitados por habitantes y turistas. Aunque recuerda a un templo griego, se levanta como una muestra de triunfo frente a las armas. Y precisamente la guerra fue lo que hizo que quedara destruida a mediados del siglo XX y más tarde en ‘tierra de nadie’ cuando quedó en medio de las ‘dos Alemanias’. 

Muro de Berlín. Aunque sea uno de los recuerdos más tristes que dejó la II Guerra Mundial, el Muro de Berlín sigue atrayendo cada año a millones de visitantes que quieren recorrer este ‘trozo de historia’. Se levantó en 1961 y se derribó en 1989, pero en esos casi 30 años más de 5 mil personas quisieron cruzarlo, siendo decenas de ellas muertas en el intento. Más de 150 kilómetros de Muro separaban familias, amigos e incluso vecinos que tras acabar el conflicto se vieron divididos por esa gran pared de hormigón. Uno de los tramos mejor conservados que en la actualidad se pueden ver es la East Side Gallery, más de un kilómetro de muro decorado con diferentes grafitis reivindicativos. 

Topografía del Terror. Y precisamente junto a una de las partes del Muro de Berlín hay otro punto de interés que se puede visitar en la ciudad de forma gratuita: la Topografía del Terror. Aquellos turistas que quieran conocer más información sobre todo lo que ocurrió en la II Guerra Mundial así como el movimiento nazi de mediados del siglo XX, podrán encontrarlo en esta especie de museo al aire libre. Abre todos los días entre las 10 y las 20 horas y es especialmente interesante para aquellos visitantes que quieran entender la historia de la capital alemana. 

Monumento al Holocausto. También de acceso gratuito es otro de los puntos de interés principales de la ciudad, el Monumento al Holocausto, situado muy próximo a la Puerta de Brandeburgo. Los más de 2700 bloques de hormigón representan a los judíos que perdieron su vida durante el Holocausto; un lugar lleno de silencio, paz y emotividad que impresiona a todos los visitantes. Excepto los lunes, abre todos los días de 10 a 20 horas, menos en los meses de otoño e invierno que cierra una hora antes. 

No te pierdas… 


Catedral. Entre finales del siglo XIX y principios del XX se construyó el templo religioso más importante de la capital alemana, la Catedral. Sin embargo los bombardeos durante la II Guerra Mundial destrozaron gran parte de la basílica y durante décadas ha sido reconstruida. Hoy en día, es uno de los puntos de interés principales de Berlín y su entrada cuesta entre 4 y 7 euros, según la edad de los visitantes. Se puede visitar de 9 a 20 horas, excepto los domingos que abre 3 horas más tarde. 

Torre de Berlín. Si buscas en tus vacaciones las mejores vistas de la ciudad, no dudes en subir a la Torre de la Televisión; tiene una altura de 368 metros y es la construcción más elevada de todo el país. Sin embargo, el mirador al que puede ascender los turistas está a 200 metros de altura, lo suficientemente alto para contemplar el espectacular paisaje de Berlín. En su interior también está un restaurante giratorio que ofrece una panorámica perfecta de la población mientras se pueden degustar los mejores platos de la gastronomía alemana. El precio es de 7,50 euros para menores de 16 años y de 12 euros para adultos; y se puede visitar desde las 9 horas hasta la medianoche.

lunes, 28 de abril de 2014

Puente de Mayo en Marsella: una idea nueva, bonita y casi barata

La ciudad francesa se ha renovado a fondo, recuperando su encanto. Una alternativa a tiro de Ave o vuelo «low cost» 



«El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión». Ese navío se aproximaba al puerto de Marsella y en él viajaba Edmundo Dantés, protagonista de «El conde de Montecristo», una de las obras más famosas de Alejandro Dumas. 

Ahora, como en la novela, Nuestra Señora de la Guardia aún preside esta villa, la más antigua de Francia y la segunda más poblada después de París. Desde la cima de la colina, que ofrece una panorámica impresionante, «la buena madre», como la conocen los oriundos de la zona, protege la ciudad y a sus habitantes y es testigo de su evolución. 

Marsella ha sufrido una auténtica metamorfosis en los últimos años. Tanto es así, que quienes la visitaron antes de 2013 se llevarían una grata sorpresa al descubrir que no es el lugar inquietante que conocieron. 

Aunque empezó a cambiar con la llegada de la alta velocidad en 2001 –desde Madrid hay tren directo desde diciembre de 2013– y con la celebración del Mundial de Rugby en 2007, fue la Capitalidad Europea de la Cultura -que ostentó el año pasado- la que le dio el impulso definitivo. Una reforma que lleva la firma del arquitecto Norman Foster y del paisajista Michel Desvigne. 

La renovación del Puerto Viejo 


Nuestro recorrido comienza en el Puerto Viejo. Muy alargado y estrecho -forma que lo hacía invisible desde el mar- fue el centro económico de la ciudad hasta el siglo XIX. Los edificios que ahora se ven en su orilla sur eran entonces almacenes de mercancías y las calles por las que ahora circulan coches, pequeños canales interiores por los que se llevaba la carga. 

Con los años, el lugar donde desembarcó Edmundo Dantés cambió su actividad comercial por la de recreo y se convirtió en puerto deportivo, uno de los 14 que tiene Marsella. En 2013, además, el muelle de los Belgas se peatonalizó parcialmente -pasó de tener nueve carriles para la circulación a contar con dos para los coches y dos para los autobuses- y se transformó en un gran paseo al servicio de los marselleses, uniendo el corazón histórico de la ciudad con el nuevo puerto comercial. 

Aunque su principal actividad ya no es económica, allí encontramos el mercado de pescadores. En él se puede comprar la materia prima para hacer la famosa bullabesa, comida típica que degustamos en el Restaurante Miramar, auténtico especialista en esta sopa. Originalmente era un guiso propio de familias pescadoras que se hacía con el material que descartaban para la venta. Este plato, de fama internacional, debe llevar al menos cuatro de los siguientes pescados: rape, congrio, centollo, escorpina, salmonete rubio, pez de San Pedro, cigala y langosta. 

Junto al mercado de pescadores se alza el techo diseñado por Norman Foster. Sus 1.000 metros cuadrados de superficie, ubicados a nueve metros de altura, proporcionan un refugio sombreado durante los meses de verano y una atracción turística durante todo el año. En él se proyectan la luz y los colores del puerto y son muchos los viandantes que se acercan para sacar una foto de su propio reflejo en esta construcción de acero inoxidable. 

Desde donde estamos también vemos el comienzo de la gran avenida de Marsella, La Canabière. Considerada una de las más bellas de Europa, según los artistas y escritores que visitaban la ciudad, acoge la Cámara de Comercio, la Oficina de Turismo, numerosos hoteles, tiendas de lujo, teatros, cafés…

En nuestro recorrido por el muelle pasamos por delante del embarcadero del Ferry Boat, uno de los más conocidos de Francia, que une las dos orillas del Puerto Viejo. Además de por haber aparecido en numerosas películas francesas, es famoso por realizar uno de los trayectos más cortos del mundo: 283 metros en tres o cuatro minutos. 

Frente al ferry está el Ayuntamiento, de estilo barroco. En la fachada, sobre el balcón de la que actualmente es la oficina del alcalde, se puede ver una imagen de Luis XIV cargada de simbolismo. En 1660, el rey llegó a Marsella con su armada con la intención de controlar una ciudad rebelde. El monarca encargó la construcción del arsenal de Galères y dos fortalezas a la entrada del puerto: el fuerte de San Nicolás, en la orilla sur, y el de San Juan, en la norte. 

Para que los marselleses sintieran un poco más cerca el poder de Versalles, a 800 kilómetros de distancia, ordenó que sus cañones apuntaran hacia el interior de la urbe. El retrato del rey en la fachada del Ayuntamiento, por encima del lugar que alberga al gobernante de la ciudad, era otro recordatorio. 

«Le Panier», el barrio histórico 


Dejamos atrás el Puerto Viejo y nos adentramos en «Le Panier», el barrio más antiguo de Marsella. Inicialmente habitado por la burguesía, se transformó a lo largo del siglo XIX en una zona pobre y de mala reputación en la que se asentaron numerosos inmigrantes, principalmente corsos y napolitanos. Sin embargo, en los últimos años ha resurgido, al igual que la ciudad. Sus calles estrechas atesoran encantos, invitan a disfrutar del arte urbano, a sentarse en cada una de las pequeñas plazas que te sorprenden en cada giro, como la Plaza Treize Cantons, en la que se encuentra el famoso «Bar des 13 Coins». 

En «Le Panier» está una de las casas más antiguas de Marsella, la Maison Diamantée, que recibe ese nombre porque los elementos decorativos de su la fachada tienen la forma de esa piedra preciosa. Declarada Monumento Histórico en 1925, se salvó de la destrucción de los barrios del Puerto Viejo llevada a cabo por los alemanes en febrero de 1943. 

La desaparición de esa zona y los bombardeos de los dos bandos que sufrió la ciudad hicieron necesaria su reconstrucción. Tras la contienda, Fernand Pouillon se encargó de la franja del Puerto Viejo, respetando el estilo original, con ese color un tanto rosáceo que daba la piedra calcárea, mientras que Le Corbusier construyó la Cité Radieuse en el sur. 

Adentrándonos en el barrio llegamos a la Grand Rue, donde se encuentra el Hotel Dieu, un lugar emblemático con vistas al Puerto Viejo y un buen ejemplo de la arquitectura del siglo XVIII. 

Nuestro recorrido nos lleva después a la Vieille Charité, construida por Pierre Puget en el siglo XVII para acoger a huérfanos y mendigos. El complejo arquitectónico, uno de los monumentos más queridos por los marselleses, está compuesto por cuatro alas de edificios cerrados al exterior pero abiertos a un patio central que cuenta con una capilla de cúpula ovoidal, buen ejemplo del barroco italiano. 

En el casco antiguo de Marsella descubrimos otra de sus exquisiteces gastronómicas: las «navettes», un dulce cuya receta sigue siendo un secreto y cuyo origen se desconoce con certeza. Para algunos, con él se recuerda la estatua de una virgen (Nuestra Señora del Fuego Nuevo o la Virgen Protectora de las Gentes del Mar) que llegó a las orillas del Lacydon. Para otros, representa la barca de Isis o la nave que llevó a las Santas Marías (Jacoba, Salomé y Magdalena) desde Palestina hasta la costa de Provenza. Tras degustar las «navettes», visitamos una de las pocas tiendas en las que se puede adquirir otro clásico marsellés: el jabón. 

Callejeando en dirección al mar, llegamos a las catedrales Nueva Mayor y Vieja Mayor, ubicadas entre el Puerto Viejo y el comercial. La primera, edificada a finales del siglo XIX en estilo románico-bizantino, es la más grande construida desde la Edad Media y linda con la Vieja Mayor, del siglo V. 

En nuestro camino de vuelta hacia el Puerto Viejo nos encontramos con dos edificios impresionantes: la Villa Méditerranée y el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MUCEM). El MUCEM está unido al fuerte de San Juan por una pasarela tendida sobre el mar que lleva a la terraza del museo. Desde allí recorremos la zona exterior del edifico, descendiendo hasta la entrada, caminando por pasillos de paredes abiertas al exterior, con contrastes de luces y sombras y el mar a nuestros pies. 

Aún nos queda más por conocer y, para hacerlo, nos subimos en una barca pesquera tradicional. Nada más salir del Puerto Viejo, presidiendo la margen izquierda, está el Palacio del Pharo, construido como residencia imperial por orden de Napoleón III en el siglo XIX. Actualmente se utiliza como centro de congresos, aunque su jardín está abierto al público. 

Un poco más adelante, escondido tras un puente, descubrimos una de las maravillas de la ciudad: el Vallon des Auffes, un puerto pesquero pequeño y encantador en el que está el restaurante L’Épuisette, que cuenta con una estrella Michelín. 

Desde allí nos dirigimos al final de nuestro recorrido, al lugar literario que nos dio a conocer Marsella: el castillo de If. Hasta el siglo XVI, la isla de If, perteneciente al archipiélago del Frioul, fue un refugio de pescadores. Cuando Francisco I visitó Marsella en 1516 y comprobó la importancia estratégica de ese enclave para proteger la entrada al puerto ordenó construir en él una fortaleza. A partir de 1580 se convirtió en prisión y entró en la leyenda al acoger, de la mano de Alejandro Dumas, a su inquilino más famoso: Edmundo Dantés, el Conde de Montecristo. 

Fuente: ABC

viernes, 25 de abril de 2014

Lanzarote en coche: las rutas de la isla perfecta

Diferente. Fotogénica. Bella. La isla de César Manrique nos traslada a otro mundo. Este es nuestro recorrido 



Lanzarote es un reducto mágico, una isla salvaje y volcánica que se convierte en destino ideal a la hora de desconectar de la rutina. Dado su escasa superficie, de poco más de 800 km2, las distancias son cortas y los lugares de interés quedan a mano sea cual sea el lugar de estancia en la isla. Tanto es así que los dos puntos más alejados del territorio sólo están separados por 71 kilómetros, lo que hace recomendable alquilar un coche para recorrer sus parajes con rapidez y sin acusar cansancio alguno. 

Puede comenzar la ruta por este edén rocoso en el extremo norte. Aquí se encuentra el Mirador del Río, una gran sala construida en piedra con enormes ventanales. Es un lugar a 480 metros sobre el nivel del mar y excelente para observar no sólo Lanzarote sino el archipiélago Chinijo, también compuesto por los islotes de la Graciosa, Montaña Clara y Alegranza. Un paisaje de acantilados y lleno de azules en el que se respira paz. 

Desde aquí se toma rumbo sur disfrutando de las vistas del Monte de La Corona y un desvío al este conduce a la Cueva de los Verdes. Se trata de una espectacular formación surgida por una erupción prehistórica del volcán del citado monte. Pertenece a un sistema de tubos subterráneos y su recorrido turístico tiene 2 kilómetros, siendo uno de los tubos volcánicos conocidos más largos del mundo. Para recorrerlo habrá que dejar el coche por un momento y disfrutar de la dramática ambientación con música y luz. 

En la cercanía se halla Jameos del Agua, una gruta de similares características y origen, pero con un lago en el que habita una peculiar variedad de cangrejo albino ciego. El paraje natural está aderezado con el toque del arquitecto César Manrique, conocido artista de la isla que ha dejado su seña de identidad en no pocos parajes, convirtiéndolos en una especie de museo de naturaleza salvaje. Las playas de alrededor por sus corrientes de aire son todo un paraíso para los windsurfistas. 

Continuando al sur por la ruta que lleva de nuevo al interior se llega al pueblo de Haría, un oasis de vegetación dentro de la isla. Por esta zona bendecida con lluvias, se puede disfrutar de la arquitectura popular lanzaroteña y de sus diminutas y blancas casas con ventanas azules y verdes. De vuelta por la carretera hacia la costa, la ruta pasa por playas caprichosas con lagunas de lava solidificada a modo de piscinas naturales, hasta el poblado de Mala. 


Un poco más al sur, en Guatiza, es preciso visitar el Jardín de Cactus, presentado por una gigantesca escultura de tal planta. Es nada menos que una plantación de las más diversas especies de cactus canario, americano y malgache que se dispone sobre una antigua cantera con forma de anfiteatro, en un nuevo esfuerzo de Manrique por crear arte natural. También se conserva un tradicional molino canario de hacer harina. 

Vino y mercadillos 


La senda continúa más al interior hasta Teguise, antigua capital de la isla. Es una ciudad muy solitaria entre semana, casi fantasmal pero muy limpia y cuidada. En cambio el domingo es día de mercado y las calles se llenan de puestos y de color. Si se quiere llegar al mercado se aconseja ir temprano para no tener que dejar el coche muy lejos. Más al sur está el Monumento al Campesino, una nueva obra escultórica que César Manrique dedicó a los labradores de la isla. 

Tras pasar por otros pueblos diminutos de tez blanca y palmeras como Tiagua o Tinajo, se encuentran las tierras vinateras de La Geria, donde se descubren particularidades del cultivo de la vid. El sistema pasa por limpiar el terreno, poner tierra fértil cubierta de cenizas y construir semicírculos con rocas de lava para proteger el fruto del inclemente viento isleño. Así consiguen que la vid retenga la humedad nocturna sin sufrir el azote diurno del sol. 

Es preciso acercarse a la costera villa de Puerto del Carmen, centro turístico con grandes playas de agua cristalina y calmada, con una de las ofertas de comercios y restaurantes más esplendida de Lanzarote. La ruta seguirá hasta Yaiza y de allí a Femés, una antigua guarida de piratas subida en una pequeña montaña. Es disfrutable esta parte del camino, por una carretera complicada que ofrece bonitas vistas tanto del paisaje como de la arquitectura popular. 


De vuelta al norte por la costa oeste se puede admirar la blanca estampa de las Salinas del Janubio. Ya en el Parque Natural de los Volcanes hay que visitar los Hervideros, dos agujeros en la lava por la erosión del agua, que choca con gran violencia. Más al norte está El Golfo, un trozo de cráter con una laguna a la que las algas le confieren un tono verdoso. El agua se comunica vía subterránea con la playa de rocas negras que consigue un aparente resalte cromático. 

También se puede atravesar por carretera el Parque de Timanfaya y disfrutar de su paisaje costero que desemboca en playa Paraíso. Tras esta experiencia insólita que traslada al visitante a lugares inhóspitos que no parecen terráqueos, se puede regresar a Puerto del Carmen y solazarse en las playas de Pocillos o Matagorda, ideales para la práctica del windsurf, cercanas al aeropuerto y a la capital, Arrecife. 

Fuente: ABC

jueves, 24 de abril de 2014

10 jardines submarinos


Los arrecifes coralinos cubren menos del 1% de los océanos, pero albergan una gran biodiversidad. Para admirar estos jardines submarinos basta con conseguir un tubo y aguantar la respiración. 

01 Gran Barrera de Coral

AUSTRALIA 



La opción más obvia, si podemos permitírnoslo, es el destino principal. La Gran Barrera de Coral es el mayor parque marino del planeta, con más de 2.300 kilómetros de corales en el fondo de las aguas claras y someras de la costa noreste de Australia. 400 especies coralinas, 1.500 de peces y 400 de moluscos crecen en esta aguas tropicales en las que conviven con un ejército de barcos turísticos con buceadores y submarinistas de todo el mundo a bordo. La Barrera es patrimonio mundial de la Unesco. 

El Spirit of Freedom es un barco con alojamiento que ofrece itinerarios de submarinismo de tres, cuatro o siete días). En Cairns, el principal centro turístico de la Barrera, hay muchísima opciones para explorar el arrecife. 

02 Andros Barrier Reef

BAHAMAS 



Las aguas cristalinas de la pequeña isla de Andros son el tercer mayor sistema de arrecifes del mundo y ofrecen experiencias únicas. Los corales se extienden sobre 225 kilómetros de la costa occidental, hasta el borde de la Tongue of the Ocean (Lengua del Océano), un nombre dramático para un banco que se hunde desde aguas poco profundas (35 metros) hasta los 1800 metros. La experiencia es fascinante, al igual que la oportunidad de explorar las maravillosas cuevas de coral de Petrified Forest, el bosque petrificado. Cerca de la orilla, lagunas y manglares ofrecen inmersiones más tranquilas pero con muchos meros, pargos y esponjas. 

Desde 1960, el Small Bay Hope Lodge es la base para los submarinistas en Andros. Sus excursiones incluyen inmersiones nocturnas y avistamiento de tiburones. 

03 Arrecife de Grand Terre

NUEVA CALEDONIA 



Los arrecifes de coral adquieren muchas formas y tamaños. Nueva Caledonia, en el océano Pacífico, presume de un sistema considerable de doble barrera con 1.300 kilómetros de longitud alrededor de la isla principal, Grand Terre. Descansa a 30 kilómetros de la orilla y forma una laguna enorme con una variedad asombrosa de vida marina. Solo el buceo con tubo ya permite disfrutar de numerosas especies: peces ballesta, atunes, tiburones y tortugas sobre un fondo de corales fosforescentes. Muchas son endémicas y la Unesco, que declaró al arrecife patrimonio pundial en 2008, la considera una zona de importancia natural primordial. 

Los vuelos internacionales llegan al aeropuerto de Tontouta, a 45 kilómetros al noroeste de Noumea. Los meses más frescos (julio y agosoto) son los mejores. 

04 Islas de Raja Ampat

PAPÚA OCCIDENTAL (INDONESIA) 



Junto a la costa de Sorong (Papúa Occidental) están el archipiélago de Raja Ampat, unas islas en el corazón del triángulo de coral que se despliega entre Indonesia, Filipinas y el norte de Australia. Los arrecifes resplandecientes que florecen allí son de los más espectaculares del mundo y en ellos crecen más de 1.200 especies de peces y 600 de coral (el 75% de las variedades conocidas). El ecosistema es tan diverso que un submarinista alcanzó aquí el record de especies de peces vistas en una hora: 283. Si se añade una cantidad variopinta de gorgonias, esponjas y peces tres colas (anthias anthias) de todos los colores, se obtiene un destino más que interesante para los amantes de los fondos marinos. 

En Papúa Occidental llueve mucho: entre 2000 y 3000 milímetros al año. De abril a octubre es la mejor época para mantenerse seco (fuera del agua). 

05 Atolón Caroline

REPÚBLICA DE KIRIBATI 



El Pacífico Sur es el mejor destino para ver islas desiertas. La República de Kiribati es un país de 32 atolones y una isla de coral verdaderamente aislado de la civilización. Una de las zonas más remotas del mundo, con arrecife coralino extraordinario. El atolón Caroline, a 4.200 kilómetros al este de la capital de Kiribati, Tarawa, conforma un pequeño grupo de islotes (13 kilómetros de largo y 2,5 de ancho) cuyo aislamiento le ha permitido mantenerse virgen e inalterado, con corales muy bien conservados y especies llenas de vida, como almejas gigantes, cangrejos de los cocoteros y peces napoleón. El atolón es parte de las llamadas Islas de la Línea, las antiguas islas Elice, descubiertas por Magallanes en el siglo XVI. 

Air Kiribati y Coral Sun Airways ofrecen vuelos hasta aquí. 

06 El agujero azul

BELICE 



Dentro del gran sistema de arrecifes mesoamericano, que abarca más de 1.000 kilómetros desde la mexicana península de Yucatán hasta las islas de Bahía, en Honduras, el tramo de 300 kilómetros que recorre la costa caribeña de Belice acoge 100 tipos distintos de coral y 500 de peces. El buceo con tubo es la principal atracción, con lugares como el Agujero Azul (Blue Hole), un impresionante hoyo de 300 metros de amplitud y 124 de profundidad situado a unos 70 kilómetros de la costa. En 1996 la Unesco declaró patrimonio mundial este arrecife, pero el calentamiento global, el aumento de la contaminación y el turismo incontrolado amenazan la salud de este frágil ecosistema marino. 

Ambergris Caye es la mayor isla de Belice y la base perfecta desde la que explorar el arrecife. Está a 15 minutos en avión de la península de Yucatán. 


07 Parque Nacional de Komodo

ISLAS MENORES DE SUNDA (INDONESIA)



La palabra Komodo remite a ese dragón aterrador, gigante y carnívoro de las islas de Indonesia. Pero es también el personaje estrella del bien llamado Parque Nacional de Komodo, desde el que además se ofrece la posibilidad de alejarse de los lagartos en dirección al océano y disfrutar de algo igual de extraordinario: unas aguas templadas que soportan una red iridiscente de arrecifes llenos de vida exuberante, con caballitos de mar, peces rana payaso, pulpos de anillos azules y tunicados delicados. El contraste con el horrible dragón indonesio no podría ser mayor. 

Para ver lo mejor de los arrecifes del parque se puede hacer un crucero con Komodo Liveaboard, que ofrece rutas de cinco y seis días. 

08 Banco de Abrolhos

BRASIL 



El brasileño banco de Abrolhos, situado en las aguas poco profundas cercanas a la costa sur del estado de Bahía, es muy valorado desde hace tiempo debido a las especies endémicas de corales champiñón que lo habitan. Pero en 2008 los investigadores descubrieron, además, nuevas estructuras de arrecife que doblaban el tamaño del que siempre fue el mayor sistema del Atlántico Sur. Los arrecifes que rodean este archipiélago de 46 000 kilómetros cuadrados acogen especies antes desconocidas de corales, moluscos y peces.

Para acceder al arrecife, lo mejor es ir desde la ciudad pesquera de Caravelas (Bahía), a 920 kilómetros al norte de Río de Janeiro. 

09 Arrecife Rost

NORUEGA 



Siempre asociamos los corales a las aguas tropicales, pero allí arriba, en el Círculo Polar Ártico, se descubrió en 2002 el arrecife Røst, el sistema coralino de agua fría más grande del mundo (120 kilómetros cuadrados), a 400 metros de profundidad. Røst está en una isla del archipiélago Lofoten, 200 kilómetros al suroeste de la ciudad de Tromsø. Corrientes ricas en nutrientes fluyen por las islas, lo que da lugar a un mundo acuático generoso en corales, pecios y diversidad marina. 

Por lo complicado de las condiciones, hay que ser un submarinista experimentado para sumergirse en busca de estos corales. Los novatos deben limitarse al buceo con tubo en excursiones organizadas por operadores como Lofoten Opplevelser

10 Atolón Aldabra

SEYCHELLES 



Aldabra, el segundo mayor atolón del mundo, permanece casi intacto. Dada su ubicación, a 420 kilómetros de distancia de Madagascar y 1.150 de Victoria, capital de Seychelles, no hay residentes, recibe poco turismo y, además, está protegido. En torno al atolón hay bancos de arena de poca profundidad, declives y arrecifes profundos ricos en corales prístinos, peces e invertebrados. Esta red biológica es autosuficiente porque está protegida de la intervención humana. Además del ecosistema de arrecifes, Aldabra acoge especies como tiburones martillo, barracudas y más de 150.000 tortugas gigantes endémicas. 

La pista de aterrizaje más cercana está en la isla de Asunción (a 25 kilómetros). Desde ahí se organizan circuitos de submarinismo, aunque otra opción es esperar a los escasos barcos de suministros del gobierno local.

Fuente: El País


Las mejores aerolíneas: Tabla Periódica eDreams

A continuación puedes ver las mejores aerolíneas en La Tabla Periódica de las Aerolíneas elaborada a partir de las opiniones de los clientes de eDreams, los cuales valoraron cada aerolínea durante el año 2013. Aparecen las 100 compañías aéreas más utilizadas del mundo por nuestros clientes y están clasificadas en orden descendente según la puntuación obtenida.

Puedes pasar el ratón por encima de la tabla para ver información detallada de cada compañía. Para formar la Tabla Periódica se han tenido en cuenta las opiniones de los clientes de eDreams en todos los idiomas. 


La compañía española Binter Canarias se encuentra en una privilegiada 5ª posición. Otras aerolíneas españolas que se encuentran en el ranking son Air Europa en la posición 42, Vueling en posición 62 o Iberia en la posición 75. Además cabe destacar otras compañías como la low cost Easyjet, que aparece en la posición 69 o la irlandesa Ryanair se encuentra en la parte inferior de este ranking, en posición 88.

Fuente: eDreams

martes, 22 de abril de 2014

Múnich: lo que no te puedes perder, además del fútbol

Múnich es la ciudad del Bayern. Pero más allá del fútbol, estos rincones la convierten en un destino sorprendente y especial


1. Surf en el río Isar 



Practicar surf en Múnich o fotografiar a los buscadores de la «ola perfecta» es posible en la capital de Baviera. Aunque pueda parecer extraño, el Parque Inglés guarda un rincón muy especial para los aficionados a esta modalidad que se practica habitualmente en el mar. Aquí lo hacen en el río Eisbach, un cauce artificial del río Isar que atraviesa el popular parqué muniqués, a muy pocos metros del Museo Nacional de Baviera. Nadar en este río está prohibido y sólo se autoriza la práctica del surf a deportistas expertos, pero lo cierto que en uno de los puentes pequeños del Eisbach todas las miradas se concentran en este grupo de surfistas que con su traje de neopreno negro hacen todo tipo de equilibrios para intentar no caer a un agua que tanto en verano como en invierno mantiene una gélida temperatura. La escena impacta más en los meses más fríos cuando nieva o llueve con intensidad. Los improvisados espectadores están abrigados hasta las cejas, mientras los «surfistas» caen una y otra vez al agua manteniendo siempre un orden para turnarse y evitar así cualquier tipo de accidente. Lo curioso de este fenómeno es que la «ola del Eisbach», que alcanza un metro de altura, no se produce artificialmente como en los clásicos parques acuáticos sino que su formación es natural cuando el agua choca con las rocas del río. Las olas dan tanto juego y tienen tanta calidad que desde 1972 se organizan diversas competiciones con gran éxito de público.

2. No estamos en Roma sino en la capital bávara 



La Residencia de Múnich fue el hogar oficial de los monarcas bávaros desde 1385 a 1918 y encierra por tanto más de 500 años de la historia de esta dinastía. El palacio es enorme y su visita imprescindible en la ciudad, aunque quizás la estancia que más maravilla a los visitantes es el Antiquarium, la Sala de Antigüedades, por su maravillosa bóveda de cañón y su sorprendente colección de más de trecientos bustos en mármol de emperadores romanos y de sus familias. La sala fue construida entre 1568 y 1571 y su autor, Wilhem Eckl, quiso hacer un indiscutible guiño a la arquitectura romana en el pavimento de mármol, los peldaños frontales y los zócalos laterales. El Antiquarium, la sala renacentista más grande al norte de los Alpes, fue destruida casi en su totalidad durante la II Guerra Mundial, pero fue restaurada con gran acierto tras el conflicto bélico. 

3. Los templos de la cerveza 



Se dice en Múnich que todo aquel que quiere disfrutar de su famosa cerveza y profundizar en la historia de esta popular bebida debe pisar alguno de los grandes salones de la vieja ciudad que cuenta con producción propia. Uno de los templos históricos de la cerveza es Hofbrauhaus (Platzl, 9) y funciona desde 1589 cuando inició su actividad comercial como fábrica de «weissbier» (cerveza de trigo) proveedora de la casa real bávara. Hoy la cervecería, que abre de nueve y media de la mañana hasta casi la media noche, recibe diariamente a más de treinta mil visitantes que degustan jarras de un litro o de medio litro, en el caso de las de trigo. Su cocina goza también de gran popularidad y en su carta no faltan salchichas blancas, codillos o carnes asadas. Todo en un ambiente festivo con la típica música tradicional en vivo. 

4. Las 43 campanas del carillón muniqués 



El carillón de Marienplatz es seguramente la primera atracción que disfrutan los turistas cuando llegan a Múnich. Ubicado en el viejo corazón de la capital, lo podemos encontrar en la torre del Ayuntamiento Nuevo (85 metros), un bello edificio neogótico de 9.000 metros cuadrados de superficie, construido entre 1867 y 1909, que destaca por sus gárgolas y figuras. El carillon, el quinto más grande de Europa, suena diariamente gracias a sus 43 campanas a las 11 horas, 12 horas y 17 horas (en verano), entonando hasta cuatro melodías. 

El conjunto está compuesto por 32 figuras autómatas de cobre que representan un torneo medieval (en su parte superior) y una danza típica de Múnich (en la inferior). 

5. El centro gastronómico más popular de Alemania 



Viktualienmarkt, a solo unos pasos de Marienplatz, era hace docientos años el mercado campesino más importante de la capital bávara. En la actualidad se ha convertido en un centro culinario al aire libre repleto de productos «delicatessen» que se venden en 140 puestos, todos ellos con comida procedente de todo el mundo. Desde 1975 ocupa una zona exclusivamente peatonal de 22.000 metros cuadrados y entre su amplia y variada oferta se puede comprar de todo: quesos, flores, miel, carnes, pasteles, panes, salchichas, verduras.... 

Abre de lunes a sábado y ocasionalmente organiza jornadas gastronómicas muy populares en la ciudad como la «fiesta del espárrago o del arenque« y el «día de los cerveceros». 

6. La «pisada del diablo» en la catedral 



«Frauenkirche», la catedral de Nuestra Señora, es la iglesia más grande de Múnich y uno de los edificios góticos más representativos de Alemania. El templo de 109 metros de altura, coronado por dos torres gemelas levantadas en 1525, resultó muy afectado durante la II Guerra Mundial, aunque se salvaron algunos tesoros como el mausoleo de Luis IV de Baviera, el altar de San Andrés y un pequeño grupo de vidrieras. A la entrada del templo, una huella en el suelo llama la atención de los visitantes. Se trata de la «pisada del diablo» que, según la leyenda, el diablo dejó durante su paso por la catedral. Pero son las torres, visibles desde cualquier punto de la ciudad, la principal atracción de esta iglesia que puede recibir a veinte mil feligreses en su interior. 

7. La Torre China 



Los «biergarten» («jardín de la cerveza») son todo un clásico en Múnich desde hace dos siglos. Estos jardines no sólo aportan una buena sombra para refugiarse del sol sino que se convierten en terrazas improvisadas para degustar cerveza y consumir el «pic-nic» o la propia comida que llevan sus clientes o visitantes. Estos sólo tendrán que abonar el precio de la bebida y en ocasiones gozarán con una mesa o banco de madera decorados con manteles, cubertería y objetos de porcelana. Uno de los más populares se encuentra en el Jardín Inglés junto a la histórica Torre China. Inspirada en un modelo del Jardín Botánico de Kew en Londres, su original pagoda de madera del siglo XVII ardió durante un bombardeo de la II Guerra Mundial y la que se admira ahora es una copia exacta. Quien no lleva comida de casa, puede comprar exquisitos platos regionales al son de la banda de música tradicional que toca desde la torre. En los días más calurosos del verano pueden juntarse aquí más de siete mil personas bebiendo la clásica cerveza bávara. 

8. Baños públicos en estilo modernista 




Uno de los secretos menos conocidos de Múnich lo encontramos en su oferta de baños públicos y piscinas climatizadas. El más espectacular se levanta junto al río Isar, al pie del «Ludwigsbrücke» (Puente de Luis), en un edificio modernista de 1901 que se llama Müllersches Volksbad. Diseñado por el arquitecto Karl Hocheder, fue un regalo del ingeniero Karl Müller al pueblo de Múnich y destaca por sobrio estilo «art noveau», visible en el exterior y en el interior del conjunto. Estos baños públicos -se cuenta que fueron la primera piscina pública de Europa- están abiertos todo el año y disponen de dos piscinas, zona de termas, solarium y cafetería. La entrada general a las piscinas cuesta 4,10 euros. 

9. La villa olímpica 



Aunque el Bayern Munich juega en el Allianz Arena desde 2005, visitar el antiguo estado olímpico de la ciudad es siempre una opción recomendable. El «Olympiapark» se construyó en 1972 con motivo de la celebración de la vigésima edición de los Juegos Olímpicos y dejó al mundo con la boca abierta por su estilo futurista. En esta superficie de 270 hectáreas se organizan ahora conciertos y otros espectáculos, pero sus dos atracciones principales siguen siendo la subida a la torre («Olympiaturm»), de 290 metros de altura, un magnifico mirador de toda la ciudad, y la visita al viejo campo de juego y vestuarios del equipo muniqués. Entre las instalaciones del parque destacan el propio estadio, con capacidad para 69.000 personas, piscinas, canchas de tenis, gimnasios, pista de patinaje sobre hielo y una zona de escalada al techo del estadio que puede ser utilizada por sus visitantes. 

10. El palacio natal del «rey loco» 



Un palacio y unos jardines de ensueño a las afueras de la ciudad. El palacio de Nymphenburg es un majestuoso edificio barroco que sirvió de residencia de verano a los reyes de Baviera. Aquí nació Ludwig II, el famoso «rey loco», y en su interior se pueden visitar algunas salas que recuerdan como fue su vida con pinturas, objetos personales y su conocida colección de trineos y carruajes. En el exterior, la fachada de 670 metros de longitud destaca ante un hermosos jardín de 240 hectáreas y un canal fluvial que se convierte en una improvisada pista de hielo en invierno. 

11. Para los amantes de los coches 



A los aficionados al mundo del automóvil una recomendación: la visita al museo de BMW. El edificio de oficinas exterior de «Fábricas Bávaras de Motores» es uno de los más originales de la ciudad por su forma circular y su color metalizado y ya en el interior nadie queda indiferente ante la fascinante historia de uno de los fabricantes de coches más famosos del mundo. Vehículos de carreras antiguos, piezas, prototipos y los últimos avances tecnológicos deslumbran a los apasionados por los coches en una magnífica exposición que se desarrolla en tres edificios. Un consejo: la visita completa dura al menos tres horas. Abre de martes a domingo, de diez de la mañana a seis de la tarde. 

Fuente: ABC