miércoles, 25 de junio de 2014

10 consejos para hacer el mítico Transiberiano

9.288 kilómetros, siete husos horarios, doce regiones, 87 ciudades… El ferrocarril transiberiano sigue siendo el viaje más legendario que se puede hacer en tren en nuestros días. Líneas y líneas se han escrito de la gran sierpe rusa desde que en 1891 el conde Serguéi Witte, ministro de finanzas del zar Alejandro II, se empeñase en comunicar los dos extremos de Rusia. De Moscú a Vladivostok en un viaje de dimensiones épicas. 

En siete días y seis noches cualquiera puede cruzar el país más grande a bordo del tren Rossija, el único convoy que hace el trayecto de una tacada. No obstante, este es un viaje que se ha de hacer con mucha más calma si se quiere conocer a fondo la Rusia más profunda. Por este motivo, en Cadena Ser Viajes hemos preparado 10 consejos a tener en cuenta a la hora de realizar la mítica ruta del Transiberiano.


1. Tener clara la ruta a seguir 


Es importante no confundir la auténtica ruta del Transiberiano (Moscú – Vladivostok) con el resto de variantes existentes, desde el Transmongoliano al Transmanchuriano, que finalizan en Beijing, hasta el BAM (Baikal Amur Mainline), que transcurre paralelo a la línea transiberiana original, pero unos cientos de kilómetros al norte. 

 

2. Contar con información fiable 


Llevar una buena guía que te proporcione información completa de la ruta kilómetro a kilómetro. Es muy recomendable la “Trans-Siberian Handbook” de Bryn Thomas (Trailblazer). Si se busca algo un poco más literario, es recomendable acompañar el viaje con la “Guía del Transiberiano” (Anaya Touring), un relato de Marc Morte con pinceladas informativas. 

 

3. ¡Ojo con las taquilleras rusas! 


Aunque actualmente ya existen máquinas automáticas en inglés donde se pueden ir comprando los distintos trayectos y pagarlos fácilmente con tarjeta de crédito, merece la pena pelearse al menos una vez con una auténtica taquillera rusa. Su seriedad, exceso de burocracia y su prácticamente nulo dominio del inglés proporcionan una experiencia única que raya el surrealismo. El viajero deberá poner a prueba toda su paciencia, explotar al máximo los escasos conocimientos de cirílico y valerse de sus aptitudes como mimo. La palabra clave es Platzkartny, la clase más popular del tren. 

 

4. “Disfrutar” de la gastronomía del tren 


En las dos semanas que suele durar el viaje, la comida acabará cansando hasta al menos exigente de los paladares. Sin embargo, un Transiberiano no es completo si no se prueban los arenques secos, los botes de pepinillos, las sopas de sobre hechas con agua caliente del samovar, las cervezas Baltika calientes, los huevos duros comprados a pie de anden o los tragos de vodka casero con los que seguramente querrán agasajarte tus compañeros de vagón. 

 

5. Saber entretenerse en los largos trayectos 


Se pasan largas horas en el tren por lo que han de buscarse diferentes modos de entretenimiento desde el primer momento. Aunque la forma más fácil de pasar el tiempo es dormir (mecido por el traqueteo del ferrocarril), no se debe dejar pasar la oportunidad de interactuar con los locales. La comunicación con los rusos suele ser complicada, pero siempre hay alguno más joven que habla algo de inglés. Como último recurso queda el lenguaje de signos, que es universal. Si nada de esto funciona, siempre se puede echar mano de un buen libro, una partida de cartas o algún juego de mesa. 

 

6. Hacer paradas a lo largo de la ruta 


Hacer el Transiberiano del tirón es, aparte de duro y aburrido, poco recomendable. A lo largo de los más de 9000 kilómetros de recorrido se atraviesan ciudades y parajes de obligada visita. El número de paradas dependerá de la prisa que se tenga. Las más típicas suelen ser Novosibirsk (la capital de Siberia), el célebre Lago Baikal y alguna ciudad del Anillo de Oro que rodea Moscú. No obstante, siempre merece la pena perderse por lugares más remotos y desconocidos como Ulan-Udé, Omsk o Tynda. 

 

7. Vivir el ambiente de los andenes 


Las distintas paradas, aunque cortas, no dejan de ser interesantes. Aparte de servir para estirar un poco las piernas, son la imagen perfecta para observar la vida que se genera alrededor del tren: las vendedoras de comida, los operarios de mantenimiento del ferrocarril, los provoknits y provonitsas, los lugareños que esperan a sus familiares, etc. Los andenes son la mejor muestra de la autenticidad y costumbrismo que ofrece esta gran ruta ferroviaria. 

 

8. Visitar la cafetería del tren 


Es el centro neurálgico del tren, donde mayor actividad se produce. Aunque su animación varía mucho de unos trenes a otros (en algunos incluso no hay), siempre es interesante echar unas horas (el tiempo sobra en un viaje así) analizando la idiosincrasia de los rusos y compartiendo algún que otro vodka. 

 

9. Deleitarse con los paisajes 


Disfrutar de los espectaculares paisajes por los que discurre el Transiberiano. Territorios infinitos e inhóspitos que hacen reflexionar sobre la grandeza de esta impresionante infraestructura que atraviesa todo el continente asiático. Grandes ríos, lagos, bosques y la taiga siberiana serán los compañeros de viaje. 

 

10. Mojarse los pies en el Pacífico 


Emocionarse al llegar a Vladivostok con la sensación de haber completado un recorrido mítico de 9.288 kilómetros, mientras se disfruta de un baño en aguas del Pacífico en la playa de Shamora, unos 40 kilómetros al noreste del centro de la ciudad. 

 

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