martes, 10 de junio de 2014

Cinco joyas de La Rioja que no te puedes perder

Los ríos Najerilla y Oja, en pleno Camino de Santiago, delimitan un recorrido con cumbres y viñedos a través de las principales joyas monásticas riojanas


1. Grandes centros monásticos 



El vértice suroccidental de La Rioja es montañoso, quebrado, surcado por ríos que, como el Najerilla o el Oja, vierten sus aguas en el Ebro. Un precioso territorio nexo entre dos caminos: el de la Lengua, con San Millán de la Cogolla como centro, y el de Santiago, que atraviesa estos paisajes con Burgos como destino. Estamos ante una zona propicia para el aislamiento y la vida contemplativa donde se concentran los cuatro grandes centros monásticos riojanos: Valvanera, Nájera, San Millán y Cañas, de cuyos fogones se cree que salió el plato protagonista de esta ruta, el famoso bacalao a la riojana. En la Edad Media, ante la prohibición cuaresmal de consumir carne los viernes y en respuesta a la austera cocina monacal, los monjes sustituían la carne por el bacalao desalado, uno de los pocos pescados que se podía consumir en el interior de la península, ya que el transporte del perecedero pescado fresco era impensable. De la necesidad, se hizo virtud, y se crearon decenas de sabrosos guisos de bacalao.

2. Ruinas del hospital de San Juan de Acre 



Nuestra ruta comienza a las afueras de Logroño, en Navarrete, localidad de tradición alfarera en plena ruta jacobea que cumple el perfil de muchos pueblos riojanos: alzado sobre el cerro Tedeón, su centro histórico rodea al castillo. Al salir de la villa, el viajero se encuentra con una sorpresa: el cementerio y su pórtico románico que es, en realidad, lo que queda del hospital de San Juan de Acre, fundado en el siglo XII para atender a los peregrinos. Se continúa por la LR-342 hacia Sotés, lugar idóneo para pasear por sus calles repletas de macetas y flores, y admirar la portada de la iglesia de San Martín. Desde allí, la LR-341 llega hasta Ventosa por el barrio de las Bodegas. Ya existían referencias de esta localidad en el siglo XI, cuyos habitantes tenían fama de buenos tratantes de ganado. Un parquecillo custodia el templo de San Saturnino, que corona la localidad. 

En Ventosa se celebra la Gran Bacalada durante las fiestas de la Virgen Blanca, a principios de julio, una ocasión inmejorable para disfrutar del auténtico bacalao a la riojana.

Tras la tradicional misa, la imagen de la virgen se lleva en procesión desde la iglesia de San Saturnino por las calles del pueblo. Ocho danzadores bailan y saltan siempre de cara a la imagen, mientras uno o dos cachiberrios recitan sus versos al son de la dulzaina. Como colofón, en el barrio de las Bodegas, junto a la carretera de Sotés tiene lugar la Gran Bacalada popular que rememora aquellas que realizaban a su regreso los emigrantes del pueblo en honor de sus vecinos menos pudientes.

3. Entre Nájera y Anguiano 



Desde Ventosa, la N-120 conduce a Nájera, uno de los hitos de la ruta jacobea. Está situado a orillas del Najerilla, parque fluvial con la calle Descampado, en una de sus orillas, repleta de terrazas. La calle Mayor lleva hasta el monasterio de Santa María la Real y su panteón, que fue mandado construir en el siglo XI por el rey don García Sánchez III y su esposa, doña Estefanía de Foix. Aquí se pueden comprar embutidos y los típicos realejos, un dulce elaborado con vino. Antes de abandonar la localidad, merece la pena acercarse a Hormilla, a 5 kilómetros por la N-120. Allí está el Jardín Botánico de La Rioja, que abrió sus puertas en 2005 y cuenta con una amplia variedad de árboles, plantas y flores. 

Otra vez desde Nájera, la LR-113 sigue hacia el sur el cauce del Najerilla y se interna en la sierra de la Demanda. Llegando a Anguiano, el paisaje junto a los riscos es espectacular, dividiendo al pueblo en tres barrios: las Eras, las Cuevas y Mediavilla. En este último se encuentra el templo parroquial de San Andrés, algunas casas blasonadas y la cuesta de los Danzadores, en el mes de julio (festividad de la Magdalena) de un pintoresco baile declarado fiesta de interés turístico nacional. Cruzando por el puente de la Madre de Dios, pasarela de piedra del siglo XVIII llegamos al barrio de las Cuevas. Y a 14 kilómetros, el monasterio de Nuestra Señora de Valvanera de origen visigodo en el que se guarda una talla de estilo bizantino-visigótico de la virgen, patrona de La Rioja y Cameros.

4. Monasterios de Suso y Yuso 



Retrocediendo hacia Nájera hay que tomar el desvío que, por Villaverde de Rioja, conduce hacia Berceo y San Millán de la Cogolla por la LR-331. El conjunto, compuesto por los monasterios de Suso y Yuso, goza de la declaración de patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 1997 y se puede conocer en visitas guiadas. Aquí se encontraron las Glosas Emilianenses, pequeñas anotaciones manuscritas con las primeras palabras en lengua castellana. 

En el de Yuso se encuentra el cenotafio de San Millán, una escultura del santo de época románica (s. XII), vestido con ropas sacerdotales visigodas. Ambos monasterios están unidos por un bonito paseo y a un kilómetro queda Berceo, cuna del escritor Gonzalo de Berceo, donde se puede visitar la iglesia de Santa Eulalia de Mérida. La LR-206 conduce hasta el monasterio de Santa María de San Salvador, en Cañas, una abadía cisterciense femenina fundada en el siglo XII en la que las monjas elaboran unos riquísimos dulces. Su cúpula protogótica está hecha con alabastro en vez de cristal en sus ventanas, y merece la pena conocerla. La LR-325 llega a Santo Domingo de la Calzada, donde sucedió la leyenda medieval de la «gallina que cantó después de asada». Hay que pasear por su calle Mayor, y visitar el Centro de Interpretación del Camino de Santiago, un recorrido sensorial por la ruta compostelana. Se puede subir a la torre de la catedral, visitar el templo catedralicio y su museo, y acabar de pinchos en el paseo del Espolón. El cauce del río Oja marca el final de la ruta en dirección a la Rioja alta. Siguiendo la LR-111 está Casalarreina, donde se encuentra el monasterio de la Piedad (s. XVI), y el palacio de los Condestables de Castilla, del siglo XVI.

5. Un buen bacalao a la riojana 



El bacalao es uno de los pescados con más tradición de la cocina riojana por su fácil conservación. En la receta clásica, lo primero que se hace es desalar el bacalao en trozos durante un mínimo de 24 horas, cambiando el agua cada ocho y a continuación se extrae y se seca con un paño. En una sartén, se doran los ajos y se reservan. 

El bacalao se enharina y se fríe en ese mismo aceite para después colocarlo en una fuente de barro cubriéndolo con pimientos previamente asados. Para su salsa, la cebolla picada se dora en aceite y se añaden tomates maduros pelados y cortados en trocitos con sal y azúcar. Ya lograda, la salsa se pasa por el chino y se incorpora a la cazuela de barro con el bacalao y los pimientos, dejándola que ligue a fuego lento. El bacalao es un pescado de fácil digestión y poco contenido graso (concretamente, es uno de los pescados más magros). Este plato es rico en proteínas de alto valor biológico y además es una buena fuente de vitaminas (B6, la B12, la A y la D) y minerales como el fósforo, selenio y yodo. Fuente: Fundación Española de la Nutrición.

Fuente: ABC

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